miércoles, 12 de febrero de 2014

LA ÉTICA DE LA LEGISLATURA

No pensaba entrar en polémica, primero porque no me gusta y segundo porque no soy nadie para decir a otros lo que deben hacer con su vida. Pero, como soy una bocazas y ésta es mi casa, voy a dar mi opinión.

Vaya por delante que no estoy a favor del aborto. Creo que cualquier madre que haya llevado un niño en su vientre sabe que la vida no empieza en el momento de dar a luz. Pero, ¿dónde está la frontera? ¿3 semanas? ¿20? ¿Cuando se oye el latido? ¿Cuando se notan las patadas? ¿Cuando vemos su cara?.
Cada persona tiene su visión y los criterios médicos son distintos a los morales, éticos o religiosos. Por eso es casi imposible definir un término.

Pero como cualquier madre que ha llevado un niño en su vientre, conozco los miedos que eso acarrea ¿será listo? ¿será guapo? ¿tendrá todos los dedos? ¿funcionaran bien sus órganos internos? ¿tendrá alguna enfermedad?
No puedo imaginarme lo que debe ser para una familia escuchar de los médicos que su hijo no está sano, que no va sobrevivir más allá de pocos meses, que tiene alguna malformación, que deben traer al mundo una vida para ver como muere poco a poco. Lo peor que le puede pasar a unos padres es sobrevivir a sus hijos, ¿realmente queremos condenar a una familia a ese sufrimiento?
En la eco de las 20 semanas todos los padres desean conocer el sexo de su hijo, pero los médicos es lo último que nos dicen. ¿Por qué? muy simple, cuando sabemos el sexo damos una identidad, a veces incluso un nombre y es mucho más difícil afrontar una decisión como terminar una gestación que no va a llegar a buen puerto.

Los detractores del aborto argumentan que se puede dar al niño en acogida. Es cierto. Pero yo he estado con muchos de esos niños. Niños cuyos padres han abandonado por múltiples motivos. Niños condenados a saber que no les quieren. Niños a los que nadie adopta. Niños que sólo ven a sus "padres" en horario laboral, "padres" que desaparecen en vacaciones, bajas y fines de semana, que tienen sus propias familias. Niños que ven como sus "hermanos" son acogidos, adoptados o trasladados de centro y ellos se quedan una y otra vez. Niños que reciben visitas de fin de semana de familias a las que se deben "vender". Niños en hogares de acogida, necesitados de recursos y sin apoyo de la administración. Vuelve a decirme que eso es lo mejor.  
Atención! No se me malinterprete, no critico a los tutores, critico el sistema.

He visto niños con malformaciones enviados a instituciones porque sus familias no pueden hacerse cargo. Niños que sólo pasan con sus padres y hermanos biológicos los domingos por la tarde mientras conviven con otros niños a los que a veces ven fallecer.
Familias que ven como sus hijos luchan por respirar y se ahogan con ellos, que recuerdan listas y listas de medicamentos y sus interacciones. que conocen el camino más corto hasta el hospital y los nombres de todas las enfermeras. Familias en los que cada día es una agonía, una lucha.
También hay familias que se unen ante la adversidad, que están dispuestas a dar hasta su último aliento por sus hijos, que forman una piña, que viven cada pequeño logro como una gran victoria y disfrutan cada segundo de su pequeño milagro porque saben que ese día podría ser el último.

Hay diversas maneras de afrontar la enfermedad de un hijo y su sufrimiento. Y son únicas, personales e intransferibles. Nadie debería decidir por mí y menos un gobierno que limita las ayudas a los dependientes y pone trabas a la adopción.

Son decisiones difíciles. Decisiones con las que vamos a convivir el resto de nuestra vida. Sean cuáles sean.
Que otro decida por nosotros nos exime de culpa, de responsabilidad, protege nuestra salud mental. Pero una sociedad madura debe dar la opción a decidir, a equivocarnos, a acarrear con nuestra responsabilidad. No se debe obligar a nadie a ser madre si no lo desea, como no se debe prohibir a nadie que lo sea.

Obligar a escuchar el latido del feto antes de una intervención dolorosa (física y mentalmente), fruto de una decisión complicada es CRUEL. Nadie obliga a un hijo a ver a su padre en el ataúd para poder enterrarlo. Se maquilla a los muertos, se los viste, se dejan expuestos en una sala aparte. Y cada persona decide si quiere recordar a sus seres queridos en vida o despedirse por última vez. Nadie debería manipular o gestionar nuestros sentimientos. Únicos y personales por definición.

Proteger una vida no es simplemente el derecho a nacer, es el derecho a tener una vida digna.







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