lunes, 9 de diciembre de 2013

COMO TE (OS) QUIERO

Hace unos días, osezno me confesaba: 
- Mamá, cuando sea mayor tendré de novia a E y de novio a J.
- Ajá.
- Pero cuando sea mayor, ahora somos pequeños.
- Muy bien cielo. Normalmente la gente sólo tiene un novio o una novia, pero puede que tú no. Lo único que te voy a pedir es que escojas a alguien que te quiera tanto como te queremos papá y yo.
- Mamá. Es que yo no sé cómo me queréis papá y tú.

¿Cómo te (os) queremos?

Os queremos como la luna al sol, que sin su luz no puede brillar.
Os queremos como la semilla a la tierra, que le permite arraigarse y mantenerse firme.
Os queremos como el agua al recipiente, que se adapta a él sin importar su forma.
Os queremos como los pájaros al aire, que les permite volar sin límites.
Os queremos como el fuego al oxígeno, que lo necesita para no consumirse.

Os queremos como si el mundo se terminara en vosotros. Como si no existiera más sonido que vuestra risa ni más tacto que vuestra piel.
Os queremos como si cada lágrima que rueda por vuestras mejillas nos abrasara y dejara un surco en nuestra piel.
Os queremos más que a nuestra propia vida, que cambiaríamos por la vuestra sin dudarlo.
Os queremos con un amor que no sabíamos que teníamos y vosotros encontrasteis.
Os queremos con una locura para la que no hay medicina, porque no estamos dispuestos a curarnos.
 
Os queremos como nadie os va a querer jamás. Aunque aún no lo sabéis.


jueves, 28 de noviembre de 2013

¡¡¡CASTIGADA!!!

Los niños necesitan tiempo, esto es así. Lo del "tiempo de calidad" es un autoengaño que funciona muy bien para quitarnos de encima culpabilidades, pero no es cierto. Los niños necesitan que juegues, dibujes, rías o veas por centésima vez el mismo capítulo de Pocoyo sentado junto a ellos en el sofá.

Me encanta mi trabajo, es de los pocos lugares donde me siento útil y necesaria. puedo pasar muchísimas horas preparando material específico, formándome o rediseñando objetivos, pero por desgracia, mi horario es de tarde. A partir de las 5 de la tarde.
Cuando me quedé embarazada cambié de empresa. Tenía claro que no podía llegar a casa a las 11 de la noche. Quería pasar tiempo con mis hijos y criarlos yo en la medida de lo posible.
El destino me llevó a una empresa que me permitía llegar a casa a las 8 de la noche, ¡un lujo en mi oficio! y aproveche al máximo todos los recovecos para pasar 6 meses de baja maternal. Por las mañanas osezno y yo estábamos juntos, pero a la hora de la siesta me tocaba desaparecer para ir a trabajar hasta la cena.
Como osezno no iba a guardería aprovechábamos para que cenara con nosotros y se levantara tarde, pero la realidad se iba imponiendo. Se hacía mayor, me necesitaba y yo no estaba.

Con los años esta ausencia se ha ido acentuando más, osezno va al colegio y, aunque siempre he dejado 1 o 2 tardes libres para ir a recogerlo, no es suficiente. Cuando llego me rechaza, me gira la cara, rehuye mi contacto. Sé que lo que está haciendo es expresar su malestar, su dolor por la ausencia, pero no hay nada que duela más en el mundo que el rechazo de tu propio hijo.
Ya he reducido mis horarios, ya le dedico un tiempo en exclusiva, ya saco horas de donde no las tengo para él e intento transformar nuestro tiempo juntos en "tiempo de calidad", pero no es suficiente.

Sé que estoy castigada. Castigada por mala madre. Castigada por trabajar por la tarde. Castigada por no poder recogerle cada día como las otras madres. Pero la parte racional no puede gestionar el dolor que siento.

Hijo, solo espero que algún día me perdones. Perdones que haya escogido un oficio que no nos permite estar juntos tanto como nos gustaría. Perdones que no tenga una familia que me apoye y haya sido necesario buscar una desconocida para que te cuide. Perdones no haber podido ser la madre que yo quería ser y que tú mereces.

Te quiero y espero que eso no lo olvides nunca.



jueves, 17 de octubre de 2013

AROMAS

A través de la publicidad nos bombardean con anuncios de colonias y perfumes. Debemos oler a flores, a fresco, a libertad (¿alguien sabe a qué narices huele eso?). A veces se nos olvida que somos animales y que los aromas alteran nuestro inconsciente.
Seguramente todos tenemos presente el olor a sudor compartido que queda en las sábanas y la sonrisa que nos provoca al salir el sol. Recordamos el olor de la cocina de la abuela y en décimas de segundo volvemos a tener 6 años. Incluso las grandes superficies usan el olor a pan recién hecho para incitarnos a comprar más.
Pero hay un olor que queda impregnado en nuestro ADN y se vuelve imborrable, el olor de nuestros hijos.

Los hijos lo modifican todo, ya lo sabemos. Lo que yo no sabía es que modificarían la fragancia de mi casa, de mi almohada, de mi mundo. Cuando nacieron mis hijos me regalaron litros y litros de colonia infantil que nunca usé. ¿Quién querría ocultar ese aroma dulzón, a lactancia, a suavidad, a vida? Aún hoy me
sorprendo enterrando la cara en su pijama cuando no están y siento como si estuviera tomando prestado un trocito de su esencia.
No puedo imaginar lo que sienten las familias que han perdido a un hijo. Creo que yo me quedaría atrapada en su cama, enterrada entre sus peluches, arropada por su efluvio, incapaz de dejarlo escapar.

Cuando me quedé embarazada del mayor dejé de usar aromas artificiales, ofendían a mi hormonada nariz. Y cuando nació no me lo recomendaron por las dificultades de la lactancia. Poco a poco, recuperé un mundo olvidado de sensaciones e impresiones etéreas, un mundo oculto tras los programas de marketing. Un mundo en el que mis hijos tienen su propia marca y su primaria madre está encantada de reconocer.
Un mundo enmarcado por su olor.



jueves, 10 de octubre de 2013

EN TIERRA DE NADIE

Lo confieso. Yo fui criada en un ambiente restrictivo, los niños (y especialmente las niñas) debíamos respeto y obediencia al adulto.
En mi casa nunca se habló de lactancia materna ¿para qué? se crían igual de bien con el biberón y así el padre ayuda (aunque no nos engañemos, los bebés pertenecían a la madre única y exclusivamente). Colecho era una palabra totalmente desconocida ¿coquééé? a los 3 meses a su habitación y con cereales para que duerma toda la noche y no se despierte que mañana trabajamos/descansamos. Por supuesto, los niños llorábamos hasta quedarnos dormidos y no se nos cogía en brazos que se acostumbran. Pasábamos muchas horas solos en el piso de arriba, con la única compañía de películas de animación y marionetas porque mira que tranquilos están y así no molestan.
Así crecí, y me parecía lo normal. Tanto que recuerdo haber recomendado a familias con hijos recientes "no pasa nada si llora, al cabo de unos días ya se habrá acostumbrado". Los niños eran un trámite a cumplir y nadie se planteaba que teníamos opinión propia.

Entonces llegó el mayor. Ya he hablado de él. Llegó con la fuerza de un huracán y arrasó con todo. ¿Biberón? No, el placer de tenerlo pegado a mi pecho no era comparable a nada. ¿En brazos? ¡Por supuesto! Y envuelto en un fular para cansarme lo menos posible. ¿Dejarlo llorar? ¡pero si no puedo soportar su llanto ni un minuto!
Y cambié. No me valían las viejas reglas ni los consejos familiares. Eso no iba conmigo. Soporte chanzas, burlas, críticas durísimas e incluso algún insulto. Pero no me achanté, era mi hijo y iba a soportar mis errores no los de otros.

Pero estaba sola. Muy sola.

Empecé a buscar en internet, en foros, en grupos, pero las posturas pro-crianza natural me parecían demasiado radicales. Yo venía de un entorno donde los niños no contaban para nada, ¿cómo iba a renunciar a mi propia identidad por ellos? Yo era madre, sí, pero también esposa, amiga, mujer, persona. Me apetecía salir algún día a cenar con mi marido, de compras con mis amigas o simplemente tomarme la tarde libre para ir a la peluquería (¡Horror! ¿Coquetería siendo madre?) o leer un libro en una terracita. Cuando comentaba estos deseos en los grupos de crianza natural volvía a recibir críticas, malas caras y un enorme vacío.

Estaba claro, ese tampoco era mi sitio.

¿Y entonces qué? ¿Dónde encajo yo?

Pues he llegado a la conclusión de que yo encajo en mi casa, adaptándome a mis necesidades y a las de mis hijos.

He optado por la LM prolongada en los 2, aunque he tenido momentos en los que hubiera matado por un biberón y los 2 han llevado chupete. Me he quedado a su lado hasta que se dormían, aunque cada uno en su cama, y mi puerta siempre está abierta por si quieren entrar. Los he porteado (y porteo) hasta que han preferido ir andado, pero los 2 han ido a la guardería. Les he dedicado la mayor parte de mi tiempo, pero también he salido a cenar, a reír y a compartir mi vida con adultos sin sentirme culpable. Disfruto del tiempo que compartimos, pero también me he arrepentido a veces de haberlos tenido.

Lo dicho. En tierra de nadie. En mi propia tierra.




viernes, 4 de octubre de 2013

AGUA Y FUEGO


Iguales y opuestos a la vez, la noche y el día, la tierra y el cielo, agua y fuego.

El mayor. Tranquilo como un lago en calma, es un espejo de mí misma. En él se reflejan todos mis miedos y errores pero también mis sueños y esperanzas.
Se infiltró en mi vida despacio, casi sin darme cuenta, tal y como te empapa la lluvia fina o erosionan las piedras las olas del mar. No fue amor a primera vista, una depresión postparto y una lactancia complicada lo impidieron, pero un buen día estaba allí, inundando mi mundo, limpiando mi pasado para regalarme un nuevo futuro.
Sus ojos grises se oscurecen los días de tormenta y la fuerza de sus olas arrasa con todo a su paso, pero cuando las aguas vuelven a su cauce tiñe el mundo de gotas de rocío.

El pequeño. Explosivo y vibrante, luz y calor, siempre en constante movimiento. Con una risa alegre que ilumina la noche más oscura, capaz de estar en mil sitios a la vez.
Su luz proyecta mis sombras en la pared obligándome a ver lo que no quiero mirar, pero al mismo tiempo me orienta para escapar de la cueva y es capaz de caldear el ambiente más frío.
Cuando prende su mecha todo arde, su furia se consume en unos minutos y se duerme al calor de las cenizas, apaciguado y en calma.


Agua y fuego. Opuestos aunque iguales. Mis dos soles, mis dos lunas. Preparados para enseñarme el camino y andarlo conmigo. Porque no puedo vivir sin agua y sin fuego la noche es demasiado oscura.



lunes, 30 de septiembre de 2013

PASO A PASO

Empiezo mi andadura, desubicada, sin mapa o GPS y sin tener claro mi destino. De una única cosa estoy segura, voy a disfrutar del camino.

A veces mis pasos serán ligeros, ágiles y se prodigarán las risas y confidencias. Otras veces creeré que ya no puedo avanzar y mis pies llagados sangrarán gritándome que abandone, me sentiré desfallecer y cada paso será como conquistar el Everest.

A veces caminaré en compañía, arropada por la tribu, otras andaré solitaria, confiando sólo en mi instinto y experiencia.

Cargaré mi mochila, llena de recuerdos buenos y malos, de consejos que no habré pedido y otros que no me dieron y descubrí por mi misma y, poco a poco, labraré mi camino.

Me reinventaré las veces que haga falta para que mis hijos me remodelen. Aprenderé de mis errores, pero también de mis aciertos.

Seré "mare, mareta i marassa" y lo compartiré aquí, porque la vida es mejor con compañía y, aunque a veces lo crea, no puedo hacer esto sola.

Bienvenidos a mi mundo.