viernes, 4 de octubre de 2013

AGUA Y FUEGO


Iguales y opuestos a la vez, la noche y el día, la tierra y el cielo, agua y fuego.

El mayor. Tranquilo como un lago en calma, es un espejo de mí misma. En él se reflejan todos mis miedos y errores pero también mis sueños y esperanzas.
Se infiltró en mi vida despacio, casi sin darme cuenta, tal y como te empapa la lluvia fina o erosionan las piedras las olas del mar. No fue amor a primera vista, una depresión postparto y una lactancia complicada lo impidieron, pero un buen día estaba allí, inundando mi mundo, limpiando mi pasado para regalarme un nuevo futuro.
Sus ojos grises se oscurecen los días de tormenta y la fuerza de sus olas arrasa con todo a su paso, pero cuando las aguas vuelven a su cauce tiñe el mundo de gotas de rocío.

El pequeño. Explosivo y vibrante, luz y calor, siempre en constante movimiento. Con una risa alegre que ilumina la noche más oscura, capaz de estar en mil sitios a la vez.
Su luz proyecta mis sombras en la pared obligándome a ver lo que no quiero mirar, pero al mismo tiempo me orienta para escapar de la cueva y es capaz de caldear el ambiente más frío.
Cuando prende su mecha todo arde, su furia se consume en unos minutos y se duerme al calor de las cenizas, apaciguado y en calma.


Agua y fuego. Opuestos aunque iguales. Mis dos soles, mis dos lunas. Preparados para enseñarme el camino y andarlo conmigo. Porque no puedo vivir sin agua y sin fuego la noche es demasiado oscura.



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