miércoles, 21 de mayo de 2014

HILO ROJO

En las diversas mitologías existen leyendas que hablan sobre la gente que nos cruzamos en la vida.

Los japoneses hablan del hilo rojo, un hilo eterno, irrompible, que no se enreda y que nos ata mediante los meñiques a aquellas personas con las que tenemos un vínculo predestinado. Algunas tradiciones hablan de un solo hilo, otros de una red, el caso es que ni la distancia ni el tiempo pueden separar las personas unidas por el extremo.

Seguramente ya habréis oído hablar de la media naranja. Un mito que me parece horrendo porque implica que no estaremos completos hasta encontrar nuestra otra mitad, a la que estábamos unidos en un origen y que debemos reencontrar para volver a ser felices. Hijos míos, no necesitáis a nadie más que a vosotros mismos para ser felices, no hace falta nadie que os complete.

Algunas religiones nos hablan del Karma y el Dharma. De proyectos grupales, de personas con las que compartimos objetivos acordados antes de reencarnarnos para poder evolucionar.  De pactos en los que alguno o ambos debemos aprender, de crecimiento, de miles de almas que nos acompañan en este tránsito.

Hijos, vosotros decidiréis en qué creer. Encontrareis vuestro propio concepto del amor, de las relaciones personales, de vuestra alma gemela.
Tan solo os daré un consejo.

Cuando encontreis una alma que os complemente (a estas alturas ya me conocéis, no creo que haya únicamente una) aseguraros que tenéis ese vínculo especial.
Que va a estar siempre allí, al menos de momento.
Que va a responder a vuestra llamada.
Que sintáis su dolor como un látigo y su alegría como la corriente fresca de un río.
Aseguraros de que os va a querer como vosotros mismos os queréis.
Aseguraros de no necesitarla, pero sí de querer compartir juntos el camino.
No confundáis necesidad con deseo, miedo con amor, inseguridad con complementariedad.

Buscad siempre el hilo rojo, sabéis que al otro extremo siempre podréis encontrarme.

martes, 13 de mayo de 2014

LUCES


La vida nos pone en encrucijadas sin poder ver el camino que se extiende frente a nosotros, nos obliga a adentrarnos en lo desconocido sin mapa ni punto de retorno. A oscuras.

Pero al mismo tiempo nos regala luces.

Luces ténues, tremendamente frágiles, a las que hay que tratar con cariño porque en cualquier momento podrían desvanecerse.

Antorchas, grandes, cálidas, resistentes. No solo dan luz, sinó abrigo. Dispuestas a acompañarte un largo trecho siempre y cuando las protejas de las tormentas.

Pequeñas luciérnagas que agupadas ayudan a orientarse.

Luces tan brillantes que necesitas alejarte porque mirarlas demasiado podría cegarte sin remedio y apartarte del camino que intentas seguir.

Algunas siguen ahí una vez apagadas, como estrellas a las que puedes recurrir en las horas más oscuras, impregnando el aire de recuerdos..

Estrellas fugaces que invitan a soñar, a sentir, a no rendirse.

Rayos, que iluminan el camino con claridad en medio de la tormenta si logras evitar el miedo y te enfrentas al chaparrón.


Luces, la vida te regala miles de luces. Naturales, artificiales, frágiles, peligrosas o cegadoras. Cada una con su propia misión, cada una dispuesta a guiarte si estás dispuesto a abrir los ojos.


Cualquier decisión comporta una pérdida, por suerte allí están ellas.